Este camposanto porteño data de 1825 y en él descansan una serie de almas anónimas, pero también algunos personajes destacados que, poco a poco, vamos visitando en sus tumbas, pues llaman la atención por sus moradores y también por las espectrales figuras y estatuas instaladas sobre sus sepulturas.Uno sujeto alto, extremadamente delgado, de traje oscuro, mirada penetrante sobre unas ojeras que denotan alguna enfermedad crónica, se pasea de lado a lado tras las enormes rejas del Cementerio Nº1 de Valparaíso. Es de noche y la luna llena sonríe macabra desde el cielo, a quienes osamos vivir un recorrido sólo para valientes.“Las voces que guarda el panteón” se titula esta aventura, un tour creado por un grupo de ingenieras comerciales de la Universidad Católica de Valparaíso, quienes tuvieron la genial idea de ofrecer una experiencia novedosa en la zona: visitar de noche y de manera guiada este tradicional cementerio porteño. Francisca Martino, Paulina Bravo, Jacqueline Araya y Johanna Alcayaga nos reciben pasadas las 21:00 horas a las afueras de este recinto, ubicado en calle Dinamarca en el Cerro Panteón de Valparaíso. No dicen nada, sólo se limitan a pasarnos una vela, única luz que nos guiará en este tétrico lugar. El hombre detrás de las rejas se presenta como Santiago Cicirello y deja claro que será nuestro guía oficial. “Este es el cementerio más antiguo de Valparaíso y segundo más antiguo de Chile. Pero no tardemos más ¡Ábranse las puertas del cielo!”, grita al momento en que suenan fuertes unas campanadas, quebrando el silencio nocturno. Con el alma pendiendo de un hilo le seguimos y cruzamos el umbral del cementerio, que comenzó sus funciones oficialmente en julio de 1825. “Para que ustedes sepan, esta calle en la que ahora nos encontramos, era la más importante del cementerio, refugia a los personajes más acaudalados de la época. Uno de ellos es Josué Waddington, inmigrante británico, que enseña en su frontis un corderito acurrucado junto a la cruz. La historia cuenta que una mujer dejó a una pequeña criatura sin vida junto a su sepulcro y en su memoria se construyó esta imagen simbólica”, comenta con voz ronca nuestro siniestro guía.En este punto, una mujer desconocida aparece entre dos tumbas, es doña Carlotta, una misteriosa anciana que deambula por el lugar y aporta con sus propios recuerdos: “aquí se encuentra la residencia de don Francisco Álvarez, quien, en 1840, compró las haciendas de Viña del Mar y Siete Hermanas, en parte para agradar a su esposa Dolores, porque allí crecían con exuberancia claveles, rosas, dalias y retamos. Sin embargo, poco lo disfrutó, pues falleció tres años más tarde debido a una violenta pulmonía”.Antes de continuar nos pregunta si deseamos hacer un alto en los baños, pero con una advertencia: “cuentan los guardias del cementerio que es muy recurrente sentir la presencia de fantasmas de niños en lo sitios cercanos a los sanitarios”; obviamente todos optan por seguir camino.
CÁNCER DE MÁRMOL
CÁNCER DE MÁRMOL
Una de las estatuas presenta horrorosas manchas que parecen carcomer e
l mármol. “Miren este pobre ángel, observen esa mancha en su cuerpo… esto se denomina cáncer al mármol, que se va ramificando con el tiempo y sólo se logra borrar con complejas técnicas de rayos láser”, interviene Cicirello. Nos detenemos frente a una imponente bóveda, que pertenece a Jorge Montt, Presidente de la República de 1891-1896. “Esta es una de las curiosidades de este antiguo camposanto, porque si bien compró el terreno para su familia, él jamás ha morado acá. Dicen que terminó muy enojado con la ciudad de Valparaíso y dejó expresamente dicho que no quería “vivir” acá”. Pero el que sí decidió morir en el puerto es el presbítero Rubén Castro, quien siendo párroco de Quillota, vislumbró la conveniencia de crear una Universidad Católica en Valparaíso. Y José Tomás Ramos, un comerciante precoz que participó del negocio de la cerveza, trigo, lana, harina y chocolate, producto que derivó en cuatro fábricas. Para recordarlo mejor, reaparece la señora Carlotta con dulces bombones que nos ofrece en una huesuda mano, para relajar las tensiones. Nos sentamos a comer y escuchar la historia de Luis Uribe, que también estuvo enterrado aquí, “fue un almirante, marino de la Esmeralda y héroe de Iquique. Sobrevivió al combate y tras la muerte del capitán Prat, tomó el mando de la corbeta chilena, y gracias a él existe testimonio de los últimos momentos de esta hazaña”, dice, y agrega que, en 1950, la Armada solicitó trasladarlo a la cripta de la Plaza Sotomayor, donde hoy yace junto a sus camaradas.

COMPAÑÍA DE BOMBEROS Y LUKAS
Dentro de su decrepitud, Cicirello se alegra al llegar
a las tumbas de la Tercera Compañía de Bomberos, “y qué decir de sus velorios que son toda una tradición”. “Se desfila con antorchas, bandas que tocan aires marciales, bronces y medallas. La ciudad se paraliza, extasiada, a su paso. Es la gran gala de Valparaíso”, escribió Lukas en sus Apuntes porteños, “el hombre a quien muy pronto iremos a visitar”, señala misterioso el guía. Caminando llegamos a la tumba de doña Rosario Chacón, madre del héroe naval Arturo Prat: “mi amiga fue una gran mujer, quien con una vida de sacrificios y orgullo, sobrevivió más de una década a su hijo luego de su triste desenlace en Iquique”, afirma la señora Carlotta. Al pasar cerca del mausoleo de Baburizza, otro famoso inmigrante porteño, el guardia del cementerio, que también nos acompaña con su fiel perro, acota: “un colega, mientras se encontraba haciendo ejercicios con una barra en las cercanías, experimentó la presencia de una persona. Primero sintió que le tocaban el hombro, dio media vuelta y no había nadie, pensó: debe ser un “tirón”. Sin embargo, nuevamente le sucedió lo mismo; esta vez creyó que podría ser su supervisor, pero tampoco había nadie. Fue allí cuando entendió que se trataba de otra cosa, pidió disculpas a las almas que le rodeaban y luego se fue”.El relato nos asusta, pero la sensación se pasa momentáneamente al llegar a la tumba de un grande. “Aquí les presento a uno de mis vecinos más nuevos, Renzo Antonio Giovanni Pecchenino Raggi, más conocido como Lukas, quien tras una larga y penosa enfermedad, falleció el 7 de febrero de 1988, a los 53 años de edad. El dibujante porteño, quien antes de su muerte imaginó en su propia obra lo que sería vivir en este “rincón de silencio”, hoy descansa en uno de los balcones privilegiados del Cementerio Nº 1”.Justo cuando vamos a avanzar, Cicirello nos pide que apaguemos las velas; todos accedemos, pero cuando la luz desaparece, se enciende el miedo. Acortamos camino por uno de los pasillos más oscuros y encerrados, algunos cierran los ojos, nadie quiere quedar último. El guardia condimenta más el momento con una confesión: “para nosotros es común escuchar quejidos durante la noche, es pan de cada día”. De hecho, los distintos fenómenos y apariciones generalmente se producen entre las 12:00 y las 3:00 A.M.”. ¡Horror! y para el broche de oro, cuando por fin llegamos a un
claro de luz, nuestro siniestro guía nos exhibe su propia tumba: el mausoleo de Santiago Cicirello. Estamos confundidos, pues a ratos dan ganas de continuar esta aventura, pero todo indica que ha llegado a su término. Lo comprueban las últimas palabras del misterioso guía: “recuerden no son los muertos, los que en dulce calma, la paz disfrutan de la tumba fría, muertos son, los que llevan muerte al alma, y viven todavía”. Con estridentes campanadas finaliza este tour; sin duda, un recorrido distinto que hay que experimentar en vida.


DATOS:
Recorriendo el Cementerio de Noche"Las Voces que Guarda el Panteón"
Fono: 08/ 4601945
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on jueves, 19 de junio de 2008
at 6/19/2008 09:18:00 a. m.
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